Cuando el
mundo estaba lleno de “princesas” (no me refiero a la realeza), evidentemente,
los caballeros eran medidos por sus modales. Estoy segura que muchas de
nosotras fuimos educadas para esperar que un hombre nos abriera la puerta, nos
pagara la cena y pasara por nosotras a nuestra casa aunque viviéramos en punta
de la chingada -exclamó la princesa- .