Muchos de nosotros hemos pasado por un fenómeno (no me refiero a la persona) conocido como "rebound", "el clavo que saca a otro clavo", "el As bajo la manga", "el plan B" “el peor es nada” etc. etc...
Después de terminar una relación de pareja es común que te enfrentas a unos de los dolores más grandes y absurdos de tu vida, esa sensación que te hace doler el pecho, creer en el karma y arrepentirte de haberle roto el corazón a todos en tus años de mozos.
Desde mi punto de vista y según mi experiencia, existen dos maneras de sobrevivir a esta etapa: a la pendeja o a la cabrona (disculpen el francés), obviamente las dos tienen sus consecuencias pero al final, el objetivo es el mismo.

Por otro lado, podemos elegir ser unos cabrones ¡obvio! Es la ruta más excitante, porque el objetivo es el mismo pero eliminas toda la parte dolorosa, este camino comprende el sustituir una persona por otra de manera instantánea, una persona que te brinda más distracción que 8 hobbies y 2 perritos juntos, alguien que puede darte todo ese amor que perdiste y que tú se lo puedes dar... y le puedes dar. (If you know what I mean)

temerla te entregara su corazón (y seguramente se lo regresaras en trocitos), a tus amigos y familiares que no te entienden y los obligas a querer a otra persona en tan poco tiempo (y evitar llamarla con el nombre de tu ex) pero sobre todo, te lastimas a ti mismo, porque el cambiar tan rápido de pareja solo crea sentimientos difíciles de entender y siendo sinceros, será cuestión de meses para que esa relación de "rebound" deje de funcionar y tú te sientas vací@ por haber elegido este camino.
La verdad creo que no importa de qué manera decidas superar una relación que no funciono, porque a veces el destino te hace un cabrón y se encarga de ponernos a un perfecto "peor es nada" en nuestro camino y en otros casos, tal vez es necesario ser un poco pendeja para descubrir que escribir un blog era el hobbie que tanto habias buscado, al final lo que cuenta es que encontramos lo que estábamos buscando, olvidamos a la persona que más queríamos y decimos “gracias por dejarme ir”
B.
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